viernes, 4 de septiembre de 2015

Quisiera

Caminaba descalza por los verdes prados que se extendían a todo su alrededor, a donde quiera que mirara. Se sentiría feliz de decir que no tenía padre o madre, que no tenía siquiera una sola posesión que la retuviera; pero no era así, así que no podría esfumarse como la espuma del mar, ni dejarse llevar por el viento como un pétalo desprendido.
 Caminaba con sus brazos colgando hacia un lado, hacia el otro, balanceándose lentamente con el sonido del día, que corría encima de ella, a su alrededor y en su interior.
 No miraba el cielo azul, las flores silvestres, los árboles o las ardillas que se avecinaban; veía tierras frías cubiertas de un grueso manto blanco, correntadas de helado aire y copos de nieve derritiéndose en sus cabellos. Sentía los pies entumecidos y las manos con aguijones salvajes. Veía un paisaje en tonos grises y casi sin vida, pero a ella le bastaba, y le hacía feliz, porque sabía que en algún rincón de ese desolado lugar lo encontraría a él; y con él, calor y amor para siempre, y el sol ya no significaría nada; y el fuego no tendría función; y el aire no tendría valor.

 Para ella, solo habría amor.

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