Estaba todo muy oscuro, apenas entraban algunos rayos de luz por las
pequeñas aberturas de las ventanas.
Todos,
moviendo su cuerpo de manera sincopada, armando una masa viviente, y danzante,
uniforme que seguía el ritmo brumoso de la poco original música. Cada uno
estaba tan dentro de sí que apenas notaban lo que pasaba a su alrededor; como
esa joven de pelo negro que caía al piso convulsionándose, inconsciente; o
aquel hombre, de unos cuarenta años, que se llevaba a una chica de los cabellos
y con fuerza.
Todos
estaban allí pero no estaban, mientras pasaba el infinito tiempo.